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sábado, 19 de junio de 2010

EL GENERO FANTASTICO

El género fantástico es, quizá, el más antiguo de todos (si aceptamos como pertenecientes a él tempranas fantasías como La Odisea o Las mil y una noches). El género fantástico, por definición, se ocupa de lo maravilloso, lo increíble, aquello que no existe o no puede existir; y es aquí donde aparece la primera polémica, ya que estas características, con leves matices, también se pueden aplicar a los otros dos géneros. La solución a este debate es distinguir entre "lo fantástico" (etiqueta que los abarca a todos, en tanto que manifestación de hechos imposibles o que no encuentran correspondencia en la realidad), y el género fantástico, denominación de una porción de la literatura (y del cine, y de otros tipos de arte) que se ocupa de estos hechos pero excluyendo de entre ellos los que exhiban una marcada naturaleza terrorífica, preternatural (que dan lugar al género de terror), o científica, especulativa (que hacen lo propio con la ciencia-ficción). Esta distinción, de todas formas, es artificial (como cualquiera que se aplique a un campo tan unitario como éste), y se establece únicamente con fines operativos. En la práctica, y a pesar de estas delimitaciones y sus consiguientes restricciones, el género fantástico es el más libre de todos, el que más permite a un artista expresar su subjetividad, su personalidad creadora, y, por tanto (pero siempre hablando con precaución y en términos relativos) el más "literario". También es el menos estereotipado, el que menos se ajusta a fòrmulas (al menos històricamente; en tiempos más recientes, el éxito comercial del subgénero denominado "fantasía heroica" ha motivado que se repitan sus esquemas hasta la saciedad); lo fantástico, por definición, puede abarcar todo lo inexistente (con las limitaciones ya señaladas), lo que supone una fuente inagotable de argumentos para los creadores, cuyo único equipaje al aventurarse por tan infinitos y desconocidos parajes es su sensibilidad. Por cierto que esto dota al género fantástico de una gama de objetivos e intenciones mucho máás amplia que las de los otros dos géneros, más encaminados a producir efectos concretos; el fantástico, mientras, puede formularse desde propósitos morales y aleccionadores (importante función que ha desarrollado a lo largo de la historia), hasta meramente estéticos, encaminados a conseguir la Belleza, de una forma casi pictórica; pasando por otros esencialmente educativos, destinados a estimular la sensibilidad y la imaginación del niño y a configurar su relación con el mundo. En este último punto encontramos otra de las diferencias fundamentales entre el fantástico y los otros dos géneros; y es que, si bien todos ellos están orientados prioritariamente a un público más bien joven -o al menos encuentran su mayor nivel de aceptación en éste- el fantástico es, con diferencia, el más indicado y el más utilizado en literatura infantil (si bien el reciente boom de la literatura de terror para niños relativiza esta afirmación; mientras las editoriales se frotan las manos, algunos padres y educadores se llevan éstas a la cabeza). En resumen, el género fantástico es el más libre, el que mejor permite al artista dar rienda suelta a toda su creatividad, el más íntimo y poético; no en vano está delicadamente hilado con la materia de la que nacen los sueños.

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